El objeto de la filosofía como ciencia, se ha modificado en el transcurso de la historia. Antes de la aparición del marxismo, la filosofía era considerada como la “ciencia de las ciencias” que englobaba todo el saber humano y reemplazaba a todas las ciencias. Este estado de cosas se explicaba debido al débil desarrollo de los conocimientos concretos acerca de la naturaleza y la sociedad, y debido a la diferenciación insuficiente de la ciencia. El progreso en los conocimientos concretos y la aparición del marxismo, pusieron fin a una filosofía de ese género. La diferenciación de las ciencias, la capacidad de las ciencias experimentales para descubrir los vínculos reales de los fenómenos de la naturaleza y para substituir las ficciones de la antigua filosofía, sobre todo la idealista, por un saber positivo y concreto, hicieron superflua la “ciencia de las ciencias” con su ambición de edificar sistemas universales donde las diversas ciencias sólo representaran eslabones subordinados a la filosofía. La filosofía de Hegel (ver) fue la última tentativa de ese género. El fin de la filosofía como “ciencia de las ciencias” fue un acontecimiento progresista tanto para las ciencias naturales y sociales como para la propia filosofía. A diferencia de los sistemas filosóficos anteriores, la filosofía marxista no constituye una ciencia por encima de las demás ciencias. La filosofía marxista tiene por objeto la demostración de la anterioridad de la materia respecto a la conciencia, el estudio de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza de la sociedad y del pensamiento, y constituye el instrumento del conocimiento científico y de la transformación práctica revolucionaria del mundo.